De acuerdo con la Clínica Mayo, las células madre son la materia prima del cuerpo; a partir de ellas se generan todas las demás células con funciones especializadas. Bajo las condiciones adecuadas, las células madre se dividen para formar más células llamadas células hijas.
Estas células hijas se convierten en nuevas células madre (autorrenovación) o en células especializadas (diferenciación) con una función más específica, como células sanguíneas, células cerebrales, células del músculo cardíaco o células óseas. Ninguna otra célula del cuerpo tiene la capacidad natural de generar nuevos tipos de células.
Todas las células de nuestro cuerpo, incluyendo las células madre, contienen la misma información genética; sin embargo, las células especializadas como las del pulmón, corazón, riñón, hueso o piel, por mencionar algunas, sólo acceden a la información genética correspondiente para ese tipo de célula;
es decir, al especializarse, apagan el resto de la librería genética y ya no pueden volver a acceder a ella. Una célula madre tiene acceso ilimitado
a toda la librería de nuestro genoma.
Además de tener el potencial de diferenciarse y regenerar células, tejidos u órganos dañados; las células madre expresan proteínas, llamadas mensajeros celulares, que se dirigen al torrente sanguíneo y desatan una cascada de señalización en todos los órganos y células del cuerpo, modulando al sistema inmune, a la respuesta inflamatoria y activando los mecanismos de regeneración naturales del cuerpo. Estas proteínas,liberadas a través de exosomas, son responsables de la mayor parte de los efectos terapéuticos de las células madre a nivel sistémico.
Existen múltiples vías de aplicación como: intraarterial, intratecal, dérmica e intravenosa. La aplicación dependerá del tipo de padecimiento o resultado que quiera lograrse.